viernes, 20 de noviembre de 2015

JEREMÍAS. CAPÍTULO 9.

Depravación de Jerusalén (Jr 5; 21,13s; Ez 22; Sal 55)

91-Quién me diera posada en el desierto
para dejar a mi pueblo y alejarme de ellos;
pues son todos unos adúlteros,
una caterva de bandidos;
2tensan las lenguas como arcos,
dominan el país con la mentira
y no con la verdad;
van de mal en peor, y a mí no me conocen
-oráculo del Señor-.
3Guárdese cada uno de su prójimo,
no os fiéis del hermano,
el hermano pone zancadillas
y el prójimo anda difamando;
4se estafan unos a otros y no dicen la verdad,
entrenan sus lenguas en la mentira,
están depravados
y son incapaces de convertirse:
5fraude sobre fraude, engaño sobre engaño,
y rechazan mi conocimiento
-oráculo del Señor-.
6Por eso así dice el Señor de los ejércitos:
Yo mismo los fundiré y examinaré,
pues no puedo desentenderme
de la capital de mi pueblo:
7Su lengua es flecha afilada,
su boca dice mentiras,
saludan con la paz al prójimo
y por dentro le traman asechanzas.
8Y de esto, ¿no os tomaré cuentas?
-oráculo del Señor-.
De un pueblo semejante,
¿no he de vengarme yo mismo?
9Sobre los montes entonaré endchas,
en las dehesas de la estepa elegías:
Están requemadas, nadie transita,
no se oye mugir el ganado,
aves del cielo y bestias se han escapado.
10Convertiré a Jerusalén en escombros,
en guarida de chacales,
arrasaré los pueblos de Judá
dejándolos deshabitados.

No sabios, sino plañideras

11¿Quién es el sabio que lo entienda?
A Quien le haya hablado el Señor,
que lo explique:
¿por qué perece el país
y se abrasa como desierto intransitado?
12Responde el Señor: Porque abandonaron la Ley
que yo les promulgué,
desobedecieron y no la siguieron,
13sino que siguieron a su corazón obstinado
y a los baales recibidos de sus padres.
14Por eso así dice el Señor de los ejércitos,
Dios de Israel:
Les daré a comer ajenjo
y a beber agua envenenada;
15los dispersaré por naciones
desconocidas de ellos y sus padres,
les echaré detrás la espada
hasta que los consuma.
16Así dice el Señor de los ejércitos:
Sed sensatos y haced venir plañideras,
17enviad por mujeres expertas;
que vengan pronto
y nos entonen una endecha,
para que se deshagan en lágrimas
nuestros ojos y destilen agua nuestros párpados.
18Ya se escucha la endecha en Sión:
"¡Ay, estamos deshechos, qué terrible fracaso!
Tuvimos que abandonar el país,
nos echaron de nuestras moradas".
19Escuchad, mujeres, la palabra del Señor,
reciban vuestros oídos
la palabra de su boca.
Ensayad a vuestras hijas una endecha,
cada una a su vecina una elegía:
20"Subió la muerte por las ventanas
y entró en los palacios,
arrebató al niño en la calle,
a los jóvenes en la plaza".
21El Señor dice su oráculo:
Yacen cadáveres humanos
como estiércol en el campo,
como gavillas tras el segador,
que nadie recoge.
22Así dice el Señor:
No se gloríe el sabio de su saber,
no se gloríe el soldado de su valor,
no se gloríe el rico de su riqueza;
23quien quiera gloriarse, que se gloríe de esto:
de conocer y comprender que soy el Señor,
que en la tierra establece la lealtad,
el derecho y la justicia
y se complace en ellos -oráculo del Señor-.

Todos incircuncisos

24Mirad que llegan días -oráculo del Señor-
en que pediré cuentas a todo circunciso:
25a Egipto, Judá, Edom, Amón, Moag
y a los beduinos de cabeza rapada.
Porque todos, lo mismo que Israel,
son incircuncisos de corazón.

Explicación.

9,1 Teniendo en cuenta la última sentencia, asigno estas frases al Señor. En el capítulo 7 había amenazado abandonar su "morada" del templo, ahora suspira por una "posada" en el desierto, un simple albergue de caravanas (cfr. Sal 55,7-9). El pueblo lo ha abandonado: 1,16; 2,13.17.19; 5,7.19; ahora él lo abandona. Son adúlteros por la idolatría, bandidos por la injusticia. Pasa a desarrollarlo.

9,2 No reconocen al Señor como realmente es y quiere ser reconocido. La lengua se convierte en arma y la mentira en instrumento del poder: Sal 12.

9,3-5 Desarrolla el tema de la mentira y el fraude. De lo cual se sigue la desconfianza en la convivencia, hasta la esfera familiar. En sentido lato son hermanos los miembros del pueblo. Las "zancadillas" aluden al patriarca tramposo, Jacob: Gn 27,36; Os 12,4. Sobre la difamación: Lv 19,16; Prov 11,13; 20,19. "Estafar": como Jacob a Labán (Gn 31,7). También Jacob tenía que "volver": Gn 31,3.13; 32,10.

9,6 El Señor se hace cargo de la función encomendada al profeta: 6,27 (cfr. Is 1,25). La segunda frase es dudosa; otra interpretación: "qué otra cosa puedo hacer con la capital?".

9,7 Véanse Sal 57,5 y 64,4.

9,8 Resuena el estribillo de 5,9.29.

9,9-10 Atendiendo a los verbos, asignamos 9 al profeta y 10 al Señor. El primero habla de una sequía (14,1-10), el segundo de la destrucción de la ciudad. Estepas y ciudades comparten una suerte: nadie transita aquéllas, nadie habita éstas. "Guarida" de fieras: como en Is 13,22.

9,11-23 Tema de esta sección es la oposición de dos destrezas o habilidades, la de interpretar y la de hacer duelo, ambas contrastadas con el saber auténtico, que es conocer al Señor. A la sequía sigue la guerra. Si la primera se podía conjurar con la conversión al Señor de la lluvia (5,24s), para la segunda no hay remedio. Llega el tiempo de llorar. Un proceso semejante se aprecia en 4,14.31, purificación y grito final; también en 6,8.26, escarmiento y duelo.

9,11 La interrogación sapiencial interpela a dos fuentes del saber: la reflexión humana y el mensaje divino.

9,12-14 Antes de que los expertos tomen la palabra, o porque no la toman, el Señor explica la causa denunciando la culpa e intimando la sentencia. El estilo es del deuteronomista. El pueblo acudía a los baales para asegurarse la lluvia y el alimento; el Señor los castigará en la comida y en la bebida; si eso no basta (como en las series de Lv 26 y Dt 28), recurrirá al destierro y la matanza (42,16; 44,27). Es de notar que aquí no denuncia las alianzas.

9,16-17 Como en un funeral no llamamos al médico, sino al encargado de pompas fúnebres, así ahora ha llegado el momento de llamar a las plañideras profesionales. No basta el duelo de la madre (6,26) ni el del profeta (7,26). Ellas sabrán instruir a otras, de modo que el lamento de unas solistas respondan el coro de todos. Aquí se puede evocar el recuerdo de las Lamentaciones.

9,18 Lo más grave es tener que abandonar el país, cancelando el don fundamental de la tierra. En la palabra "fracaso" resuena la raíz de "confusión" e "ignominia" (3,24-25), raíz del destierro. La acumulación de sufijos personales rimados subraya el tono lúgubre de la endecha.

9,19 Como si toda la pericia profesional de las plañideras fuera insuficiente, el profeta va a ensayarle una elegía más apropiada, que ha de ser cantada por la entera población femenina.

9,20 No sólo el enemigo, ni sólo las serpientes (8,17), sino la Muerte en persona, que entra en los hogares a cobrar su tributo. No valen señales en las jambas de las puertas (Ex 12).

9,21 Quizá sobre la frase introductoria. En tal caso continúa el texto de la elegía.

9,22-23 El tema de la destreza o sabiduría ha atraído este breve y denso oráculo, que se desprende su contexto histórico y se yergue como lápida perenne. El saber auténtico consiste en conocer al Señor: en su nombre único Yhwh y en sus títulos o atributos; en lo que "hace" y "desea". Frente a valores puramente humanos, saber y valentía y riqueza, establece otra terna de valores: lealtad y derecho y justicia. Tales son los "méritos" (gloriarse) que el Señor reconoce.

9,24-25 Nuevo oráculo autónomo, proyectado en un futuro indefinido. Si Judá comparte con otros pueblos la circuncisión corporal, también comparte la incircuncisión interior; todos serán juzgados por igual.

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