viernes, 20 de noviembre de 2015

JEREMÍAS. CAPÍTULO 7.

Sermón sobre el templo (Jr 25,1-14; 26,1-19)


71Palabras que el Señor dirigió a Jeremías: 2Ponte a la puerta del templo y proclama allí: Escuchad, judíos, la palabra del Señor, los que entráis por estas puertas a adorar al Señor, 3así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel:

Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones,
y habitaré con vosotros en este lugar;
4no os hagáis ilusiones
con razones falsas, repitiendo:
"el templo del Señor, el templo del Señor,
el templo del Señor".
5Si enmendáis vuestra conducta
y vuestras acciones,
si juzgáis rectamente los pleitos,
6si no explotáis al emigrante,
al huérfano y a la viuda,
si no derramáis sangre inocente en este lugar,
si no seguís a dioses extranjeros,
para vuestro mal,
7entonces habitaré con vosotros en este lugar,
en la tierra que di a vuestros padres,
desde antiguo y para siempre.
8Os hacéis ilusiones
con razones falsas, que no sirven:
9¿de modo que robáis, matáis,
cometéis adulterio,
juráis en falso, quemáis incienso a Baal,
seguís a dioses extranjeros y desconocidos,
10y después entráis a presentaros ante mí
en este templo que lleva mi nombre,
y decís: "Estamos salvados",
para seguir cometiendo tales abominaciones?
11¿Creéis que es una cueva de bandidos
este templo que lleva mi nombre?
Atención, que yo lo he visto -oráculo del Señor-.
12Andad, id a mi templo de Siló,
al que di mi nombre antaño,
y mirad lo que hice con él,
por la maldad de Israel, mi pueblo.
13Pues ahora, por haber cometido tales acciones
-oráculo del Señor-,
porque os hablé sin cesar y no me escuchasteis,
14por eso trataré al templo que lleva mi nombre,
y os tiene confiados,
y al lugar que di a vuestros padres y a vosotros,
lo mismo que traté a Siló;
15a vosotros os arrojaré de mi presencia,
como arrojé a vuestros hermanos,
la estirpe de Efraín.

No valen intercesiones

16Y tú no intercedas por este pueblo,
no supliques a gritos por ellos,
no me reces, que no te escucharé.
17¿No ves lo que hacen en los pueblos de Judá
y en las calles de Jerusalén?
18Los hijos recogen leña,
los padres encienden lumbre,
las mujeres preparan la masa para hacer tortas
en honor de la reina del cielo, y para irritarme
hacen libaciones a dioses extranjeros.
19¿Es a mí a quien irritan -oráculo del Señor-
o más bien a sí mismos, para su confusión?
20Por eso así dice el Señor:
Mirad, mi ira y mi cólera
se derraman sobre este lugar,
sobre hombres y ganados,
sobre el árbol silvestre,
sobre el fruto del suelo, y arden sin apagarse.

No vale el culto (Jr 11,15; Am 5,18-26)

21Así dice el Señor de los ejércitos,
Dios de Israel:
Añadid vuestros holocaustos
a vuestros sacrificios
y comeos la carne;
22pues cuando saqué a vuestros padres de Egipto
no les ordené ni hablé
de holocaustos y sacrificios;
23ésta fue la orden que les di:
"Obedecedme, y yo seré vuestro Dios
y vosotros seréis mi pueblo;
caminad por el camino
que os señalo, y os irá bien".
24Pero no escucharon ni prestaron oído,
seguían sus planes,
la maldad de su corazón obstinado,
dándome la espalda y no la cara.
25Desde que salieron vuestros padres
de Egipto hasta hoy
les envié a mis siervos los profetas
un día y otro día;
26pero no me escucharon ni prestaron oído,
se pusieron tercos
y fueron peores que sus padres.
27Ya puedes repetirles este sermón,
que no te escucharán;
ya puedes gritarles, que no te responderán.
28Les dirás: Esta es la gente
que no obedeció al Señor, su Dios,
y no quiso escarmentar;
la sinceridad se ha perdido, extirpada de su boca.

Duelo por el Valle de Ben Hinnón (Jr 19,3-9)

29Córtate la melena y tírala,
entona en las adunas una elegía:
El Señor ha rechazado y expulsado
a la generación digna de su cólera;
30porque los judíos hicieron lo que yo repruebo
-oráculo del Señor-,
pusieron sus abominaciones
en el templo que lleva mi nombre,
contaminándolo.
31Levantaron ermitas al Horno*,
en el Valle de Ben Hinnón
para quemar a hijos e hijas,
cosa que yo no mandé ni se me pasó por la cabeza;
32por eso, mirad que llegan días
-oráculo del Señor-
en que ya no se llamará El Horno
ni Valle de Ben Hinnón,
sino Valle de las Ánimas,
pues enterrarán en El Horno
33por falta de sitio; y los cadáveres de este pueblo
serán pasto de las aves del cielo
y de las bestias de la tierra,
sin que nadie los espanté.
34Haré cesar en los pueblos de Judá
y en las calles de Jerusalén
la voz alegre y la voz gozosa,
la voz del novio y la voz de la novia,
porque el país será una ruina.

Explicación.

7,1-15 El sermón sobre el templo es uno de los momentos decisivos en la actividad profética de Jeremías. El capítulo 26 lo data poco después de la muerte de Josías (609) y nos da el marco narrativo. Por el tema se inscribe en la ancha tradición que analiza la relación entre el culto y justicia (Sal 50; Is 1,10-20; Eclo 34, 18-35, 14).

         Resumimos la actitud condenada: el culto es una institución que periódicamente nos permite expiar con ritos los pecados; luego nos permite seguir cometiéndolos. Así se cierra un círculo vicioso de injusticia. No es que el pueblo lo formule tan descamadamente. Pues bien, contra culto y templo así vividos arroja Jeremías la palabra de Dios, como una piedra que, desde fuera, rompa el círculo vicioso y maldito. Esa palabra es piqueta de ilusiones y aun de muros materiales.

        Al parecer, existía un rito de entrada en el templo, en el que se formulaban las condiciones para que le hombre pudiera habitar con Dios en su tienda (Sal 15; 24; Is 33,14-16). Jeremías se planta a la puerta y formula las condiciones para que el Señor siga habitando en el templo en medio del pueblo. Si el Señor se marcha, nadie protegerá la ciudad ni al templo. Así sucedió al santuario de Siló. En conclusión, hay que enmendarse (18,11; 26,13) y no hacerse ilusiones (compárese con el discurso de los asirios en 2 Re 18,20-35).

         El texto está compuesto en una prosa muy rítmica o en verso libre, sin imágenes, con vigorosa argumentación retórica.

7,1-2 La palabra será protagonista, el templo, caja de resonancia.

7,4 Miq 3,11. La frase suena como estribillo para ser coreado por una multitud. Suena a profesión devota, y expresa una confianza mágica. Tres veces "templo" frente a tres veces "palabra".

7,6 Categorías sociológicas de proletarios. "Derramar sangre inocente": en sentido estricto, homicidios en el templo o por sentencias injustas del tribunal del templo; en sentido amplio, otras injusticias que menoscaban la vida del inocente: Dt 19,10; Is 59,7; Prov 6,17. La idolatría redunda en daño de los idólatras más que en daño de Dios.

7,7 El templo centra la tierra prometida y comparte su suerte. Por parte de Dios, promesa y entrega eran perpetuas.

7,9 Varios delitos contra el decálogo. Véase Os 4,2.

7,10 "Salvados" connota algún peligro. Irónicamente, para seguir cometiendo crímenes.

7,11 "Cueva" donde se pueden refugiar y planear impunemente. Lo cita Mt 21,13.

7,12 Véanse Jos 18,1; Jue 18,31; 1 Sm 1; Sal 78,60. Después de la victoria filistea, el templo de Siló no volvió a utilizarse.

7,13 Véanse 35,17; Is 65,12.

7,15 Véase Sal 51,13. El efecto inmediato del discurso se cuenta en el capítulo 26.

7,16-20 En los grandes momentos de crisis queda una posibilidad, al margen y por encima del culto: la intercesión de un mediador. Es uno de los oficios del profeta, ya ejercido por Moisés (Ex 32; Nm 14). A Moisés el Señor sutilmente lo invitaba a interceder, a Jeremías se lo prohíbe sin discusión (11,14; 14,11). Es un anti-Moisés.

7,18 Si la aclamación del templo constituía un movimiento colectivo, el culto a la reina del cielo, la diosa Istar, parece fiesta familiar, que compromete a toda la familia. Un padre con el fuego y un hijo con la leña traen involuntariamente a la memoria el relato de Abrahán e Isaac (Gn 22,6).

7,19 La "confusión" es de nuevo la vergüenza del fracaso y título despectivo del baal.

7,20 Véanse Os 4,3; Miq 7,13; Sof 1,2-4.

7,21 Comienza con un sarcasmo. Como si dijera: que os haga buen provecho la carne de los sacrificios de comunión.

7,21-28 Continúa la polémica contra el culto mal entendido, interrumpida por el tema de la intercesión. Está compuesto en prosa deuteronoomística. La alianza propuesta en el Sinaí imponía como condición fundamental la aceptación libre y la obediencia o cumplimiento. Sellaba la relación mutua entre el Señor y el pueblo. El pueblo lo aceptó globalmente. Ahora bien, en las cláusulas del decálogo no figura mandato alguno sobre sacrificios y otras prácticas de culto. El culto es el "tributo" que el vasallo ofrece al soberano. Pues bien, el Señor no pide semejante tributo como condición de la alianza; exige y se contenta con la obediencia (1 Sm 15,22).

7,24 Le dan la espalda porque no se atreven a encararse con Dios.

7,25 Los profetas actualizan la alianza para cada generación: Moisés es el primero (Dt 18): no faltan en la época de los Jueces (Jue 6,8), sigue la cadena con Samuel. Véanse 25,4.15; 29,19; 44,4. Las rebeliones comenzaron junto al Mar Rojo (Sal 106,7).

7,26 "Tercos": endureciendo la cerviz como novillo rechazando el yugo: Ex 32,9; 33,3; 34,9; Dt 9,6.13.

7,28 La "sinceridad" en las palabras que dirigen a Dios.

7,29-8,3 Este es uno de los oráculos más sombríos del profeta, junto con su pareja de 19,3-9. Objeto del ataque son los sacrificios de niños que eran quemados en honor de la divinidad. Algunos piensan que se ejecutaba un puro rito: una rápida "pasada" por las llamas de la hoguera. La gravedad de la denuncia profética hace pensar en sacrificios reales; en todo caso, Jeremías se enfrenta con el significado profundo y atroz del rito.

             El Señor no es un dios de muertos, que se complazca en víctimas humanas. Detesta a los cananeos que las ofrecen: Lv 18,21; 20,2; Dt 12,31; 18,10; ha cambiado el sacrificio de un hijo en sacrificio de animal (Gn 22); en cuanto a los primogénitos, quiere que le sean consagrados y permite que sean rescatados: Ex 13,2.11-16; Nm 3,40-51. Con todo, los israelitas lo practicaron ocasionalmente. Lo cuentan las historias: Jue 11,29-39; 1 Re 16,34; 2 Re 16,3; 21,6; lo denuncian los profetas: Miq 6,7; Ez 16,20s; 20,26; lo recuerda la oración penitencial: Sal 106,37-39.

            El lugar preferido para el rito parece que estaba situado en el Valle de Hinnón. Era un horno o quemadero, que por tales ritos, prestaba su nombre estilizado como designación infernal: Gehenna.

           El castigo sucede en la arista de la vida y la muerte: una matanza de vivos, una profanación de cadáveres; hasta el comienzo gozoso de la vida, la voz de los novios, será desterrado; y quienes sobrevivan proferirán morir. Tales son las consecuencias trágicas de una conducta que no respetó la vida, que disfrazó con el noble título de sacrificio lo que era asesinato. El Señor es un Dios de vivos.

7,29 Gesto de luto: Miq 1,16. Los verbos dan a entender que el castigo ya se ha cumplido. Sería la primera deportación, y no es el final. "Generación" en sentido cronológico o por su carácter ético.

7,31 * O: tófet.

7,32 El sustantivo hebreo significa Matanza; como abstracto por concreto, equivale a Muertos, ¡Ánimas!.

7,33 Maldición de Dt 28,26; también en Jr 16,4; 19,7; 34,20.

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