¿Quién es el resto? (Jr 29,16-20)
241El Señor me mostró dos cestas de higos colocadas delante del santuario del Señor. (Era después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, desterró a Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, con los dignatarios de Judá, y a los artesanos y maestros de Jerusalén, y se los llevó a Babilonia).
2Una tenía higos exquisitos, es decir, brevas; otra tenía higos muy pesados, que no se podían comer.
3El Señor me preguntó:
-¿Qué ves, Jeremías?
Contesté:
-Veo higos: unos exquisitos, otros tan pesados que no se pueden comer.
4Y me dirigió la palabra el Señor: 5Así dice el Señor, Dios de Israel: A los desterrados de Judá, a los que expulsé de su patria al país caldeo, los considero buenos, como estos higos buenos. 6Los miraré con benevolencia, los volveré a traer a esta tierra; los construiré y no les destruiré, los plantaré y no los arrancaré. 7Les daré inteligencia para que reconozcan que soy yo el Señor; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, si vuelven a mí de todo corazón.
8A Sedecías, rey de Judá, a sus dignatarios, al resto de Jerusalén que quede en esta tierra o resida en Egipto, los trataré como a esos higos tan malos que no se pueden comer. 9Serán terrible escarmiento para todos los reinos del mundo, serán tema de mofas, sátiras, chanzas y maldiciones en todos los lugares por donde los disperse. 10Les enviaré la espada, el hambre y la peste, hasta consumirlos en la tierra que les di a ellos y a sus padres.
Explicación.
24,1-10 La primera deportación de judíos plantea un problema teológico al profeta. Especialmente porque en el reino septentrional ya había sucedido una desgracia que podía servir de modelo: unos ciudadanos fueron desterrados, otros permanecieron, otros se refugiaron en Judá. Ahora que Nabucodonosor ha desterrado a las autoridades y la clase alta, ¿quiénes son los elegidos? Se podría pensar: los desterrados han sido expulsados por Dios, luego eran culpables. Los que quedan pertenecen a la clase media y baja, y no merecían castigo. Es decir, se plantea el juicio comparativo como en 3,6-11: los que quedan en la patria son los buenos, al menos comparativamente. Y de ahí se seguirían consecuencias funestas: falsa confianza en el culto y la elección.
Contra semejante actitud se dirige el presente oráculo: los higos buenos son los desterrados. -¿Dónde queda el principio de la retribución? Es que los desterrados han recibido un castigo saludable, por el cual podrán reconocer sus culpas y disponerse al nuevo acto histórico de la misericordia divina. Sólo ellos realizarán el segundo éxodo, más glorioso que el primero (23,8). Dios los ha escogido, como antaño a los esclavos de Egipto, para una misión histórica. Sólo pone una condición: "convertirse de todo corazón".
24,1 Jr 29,16-20.
24,6 Véanse Dt 28,11s; 30,8s.
24,9 Véanse 15,4; 29,18; 34,17.
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