viernes, 20 de noviembre de 2015

JEREMÍAS. CAPÍTULO 4.

41Si quieres volver, Israel,
vuelve a mí -oráculo del Señor-;
si apartas de mí tus execraciones, no irás errante;
2si juras por el Señor con verdad,
justicia y derecho,
las naciones desearán tu dicha y tu fama.
3Así dice el Señor
a los habitantes de Judá y Jerusalén:
Roturad los campos y no sembréis cardos,
4el prepucio quitadlo de vuestros corazones,
en honor del Señor,
habitantes de Judá y Jerusalén,
no sea que, por vuestras malas acciones,
estalle como fuego mi cólera
y arda inextinguible.

El enemigo del norte (Is 5,26-30)

1. Miradle subir

5Anunciadlo en Judá, pregonadlo en Jerusalén,
tocad la trompeta en el país,
gritad a pleno pulmón:
congregaos para marchar a la ciudad fortificada,
6levantad la bandera hacia Sión;
aprisa, no os paréis;
que yo traigo del norte la desgracia,
una gran calamidad:
7sube el león de la maleza, sale de su guarida,
está en marcha un asesino de pueblos,
para arrasar tu país
e incendiar tus ciudades
dejándolas despobladas.
8Por eso vestíos de sayal, haced duelo y gemid,
porque no cede el incendio
de la ira del Señor.
9Aquel día -oráculo del Señor-
se acobardarán el rey y los príncipes,
se espantarán los sacerdotes,
se turbarán los profetas.
10Yo dije: ¡Ay Señor mío!
Realmente has engañado a este pueblo
y a Jerusalén, prometíendole paz,
cuanto tenemos al cuello la espada.
11En aquel tiempo dirán 
a este pueblo y a Jerusalén:
Un viento sopla de las dunas del desierto
hacia la capital de mi pueblo:
no viento de aventar ni de cribar,
12sino viento huracanado a mis órdenes:
ahora me toca a mí pronunciar sentencia.
13Miradle avanzar como una nube,
sus carrozas como un huracán,
sus caballos más rápidos que águilas:
¡ay de nosotros! Estamos perdidos.
14Jerusalén, lava tu corazón
de maldades, para salvarte,
¿hasta cuándo anidarán en tu pecho
planes criminales?
15Escucha al mensajero de Dan,
al que anuncia desgracias
desde la tierra de Efraín:
16Decídselo a los paganos,
anunciadlo en Jerusalén:
de tierra lejana llega el enemigo
lanzando gritos contra los poblados de Judá;
17como guardas de campos te cercan,
porque te rebelaste contra mí
-oráculo del Señor-;
18tu conducta y tus acciones
te lo han traído,
ése es tu castigo,
el dolor que te hiere el corazón.

2. El alarido de guerra

19¡Ay mis entrañas, mis entrañas!
Me tiemblan las paredes del pecho,
tengo el corazón turbado y no puedo callar;
porque yo mismo escucho
el toque de trompeta, el alarido de guerra,
20un golpe llama a otro golpe,
el país está deshecho;
de repente quedan destrozadas las tiendas
y en un momento los pabellones.
21¿Hasta cuándo tendré que ver la bandera
y escuchar la trompeta a rebato?
22Mi pueblo es insensato, no me reconoce,
son hijos necios que no recapacitan:
son diestros para el mal,
ignorantes para el bien.
23Miro a la tierra: ¡caos informe!;
al cielo: están sin luz;
24miro a los montes; tiemblan;
a las colinas: danzan;
25miro: no hay hombres,
las aves del cielo han volado;
26miro: el vergel es un páramo,
los poblados están arrasados:
por el Señor, por el incendio de su ira.

3. El grito de Sión

27Así dice el Señor:
El país quedará desolado, pero no lo aniquilaré;
28la tierra guardará luto,
el cielo arriba se ennegrecerá;
lo dije y no me arrepiento,
lo pensé y no me vuelvo atrás.
29Al oír a los jinetes y arqueros,
huyen los vecinos,
se meten en cuevas, se esconden en la maleza,
trepan a los riscos,
y la ciudad queda abandonada,
sin un habitante.
30Y tú, ¿qué haces que te vistes de púrpura,
te enjoyas de oro, te alargas los ojos con negro?
En vano te embelleces, tus amantes te rechazan,
sólo buscan tu vida.
31Oigo un grito como de parturienta,
sollozos como en el primer parto:
el grito angustiado de Sión, estirando los brazos:
¡Ay de mí, que desfallezco,
que me quitan la vida!

Explicación.

4,1-4 En la amonestación final de una liturgia penitencial, Dios suele prometer y amenazar (Sal 50,22s; Is 1,19s). Aquí alude al primero y al tercer mandamiento. Corrige el sentido de la circuncisión y traduce en sentido ético el cultivo de la tierra.

4,2 Véase la promesa al patriarca Abrahán: Gn 12,3; 18,18; 22,18; 26,4; 28,14.

4,3-4 Véanse Dt 10,16; 30,6; y para el fuego, Is 9,18; 30,33.

4,5-31 Con oráculos y materiales diversos, el editor del libro compone un cuadro impresionante de la invasión amenazada. Es imposible hoy definir con precisión los límites y los momentos de cada proclamación; pero si es posible una lectura unitaria, siguiendo los motivos recurrentes con variaciones. Son: a) anuncio de la invasión, b) datos descriptivos, c) causa teológica de la desgracia, d) invitación o disuasión. Véase su reparto, en esquema:

         5-10                                 11-18                          19-26                              27-31
a)      5-6                                   11-12                                                                27
b)     7.9                                    13-17a                         19-21                             23-26a  29.31
c)      implic.                              17b-18                        22.26b                            28
d)      8                                      14                                                                    30

Destaca el vigor lírico y dramático de la composición. Se cruzan voces, anunciando e interpelando, pasa del futuro anunciado a la visión presente, las imágenes desatan el dinamismo y adensan el clima de tragedia, de lo visual salta a lo auditivo. Interrumpiendo las escenas, se escucha la irrupción lírica del profeta (tal característica de Jeremías). La urgencia de los imperativos no han de turbar la lucidez para apreciar la causa del desastre.

4,5-6 Los ocho imperativos sin introducción hacen presente la alarma repentina, el grito del profeta centinela (Ez 33). Ante la invasión arrolladora, las poblaciones campesinas recogen sus haberes y se refugian en las plazas fortificadas.

4,7 Dicho del león, el verbo "subir" describe el acceso desde la cuenca profunda del Jordán; dicho del ejército enemigo, significa la invasión o el asalto. La imagen del león es tradicional: Is 31,4; Nah 2,12s; Miq 5,7.

4,8 Ritos penitenciales de arrepentimiento, para conmover al Señor: véase Jl 1,13-14; 2,15-17.

4,9 Cuatro o tres categorías de jefes (2, 8.26). El pueblo queda sin dirección en un momento crítico.

4,10 Según el texto hebreo, habla Jeremías. La promesa engañosa de paz procede de los falsos profetas: 6,14; 14,13; 23,17. Atribuye el engaño a Dios, en cuanto que despacha un espíritu falso (1 Re 22,20-23); o deja al profeta en su engaño (Ez 14,9s). Algunos comentaristas ponen estas palabras en boca de los falsos profetas.

4,11-12 Con fórmula de empalme y nueva introducción comienza una sección  nueva. A la imagen del león sucede la imagen cósmica de la nube y el viento: como si el ejército llegase volando. No es viento de separar grano de la paja, inocentes de culpables, sino viento que arrolla sin distinguir. El viento asolador suele llegar a Palestina desde el desierto nordoriental (Job 1,19).

4,13 Véanse las comparaciones de Dt 28,49; Is 5,28; Ez 38,9; Lam 4,19.

4,14 Un lavar interno, auténtico, opuesto al intento extrínseco de 2,22. Véanse Sal 51,4.9; Is 1,16.

4,15 Dan se encuentra en la frontera septentrional, Efraín en el camino intermedio. "Desgracia" y "crimen" son en hebreo la misma palabra.

4,16 Texto dudoso. Según el hebreo, el anuncio se dirige también a pueblos paganos, expuestos a un peligro común. Algunos corrigen el texto para obtener el paralelismo normal: Judá / Jerusalén. "Enemigo" el texto hebreo dice "vigilantes", como paralelismo anticipado de los "guardas".

4,17-18 El desastre puede verse como acción de Dios y también como acción del culpable, que se acarrea el castigo, que con sus manejos políticos provoca y acelera la invasión.

4,19-26 Culminación lírica. Entre dos lamentos del profeta, se escucha la voz de Dios (22) señalando implacable la culpa. En el primer lamento el profeta oye el alarido y ve la rápida destrucción; en el segundo contempla la catástrofe consumándose. Pasea la mirada, rítmicamente, en todas direcciones, para descubrir y describir el acorde perfecto de una catástrofe total. A la séptuple mirada de Dios, contemplando satisfecho el surgir de la creación (Gn 1), se opone esta cuádruple mirada, contemplando una vuelta al caos: cielo y tierra, caos informe (Gn 1,2; Is 34,11), hombres, aves, plantas... La ira de Dios deshace la creación al destruir a Judá y Jerusalén.

4,19 Véanse Is 16,11; 21,3; Lam 1,20; 2,11.

4,20 Tiendas y pabellones son imagen de casas y ciudades, sugiriendo quizá debilidad e inconsistencia.

4,21-22 Funcionan como súplica y respuesta, como indica la pregunta "hasta cuándo" (Sal 13). Dios rechaza todo intento de intercesión. El pecado de insensatez (Is 1,3; Dt 32,28): no reconocer al Señor activo en los sucesos (Is 22), no escarmentar con el castigo (5,20). El saber universal, que abarca bien y mal (Gn 3,5; Is 7,15), se especializa en la mitad negativa (Miq 3,1).

4,25-26 Véanse Sof 1,2-4 y Jl 2,3.

4,27-28 Respuesta del Señor a la visión escatológica del profeta. El castigo es inevitable (cfr. Is 14,26), pero no será total (5,10.18; 30,11). La oscuridad celeste no será la tiniebla del caos, sino el funeral celeste por la desgracia (cfr. Ez 32,7-8). Algunos suponen que la limitación es adición posterior.

4,29-31 Retorna la situación de los versos 13 y 17. El final llega rápido, en tres momentos certeros. Primero, desbandada general y presurosa; segundo, un último intento de seducción, minucioso (como Jezabel, 2 Re 9,30); pura ilusión, porque los amantes no buscan amor, sino venganza; el tercero es un grito que suena como comienzo de una vida y expresa la esterilidad definitiva de la muerte. En Jerusalén se concentran los símbolos conyugales de la atracción, el amor y la fecundidad. La colosal visión cósmica sirve de marco a la visión humana escueta, frontera del nacer y el morir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario