viernes, 20 de noviembre de 2015

JEREMÍAS. CAPÍTULO 36.

El rollo de Jeremías (2 Re 22,11-13)

361El año cuarto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, el Señor dirigió la palabra a Jeremías:
2-Toma el rollo y escribe en él todas las palabras que te he dicho sobre Judá y Jerusalén y sobre todas las naciones, desde el día en que comencé a hablarte, siendo rey de Josías, hasta hoy. 3A ver si escuchan los judíos las amenazas que pienso ejecutar contra ellos y se convierte cada cual de su mala conducta y puedo perdonar sus crímenes y pecados.
4Entonces Jeremías llamó a Baruc, hijo de Nerías, para que escribiese en el rollo, al dictado de Jeremías, todas las palabras que el Señor le había dicho.
5Después Jeremías le ordenó a Baruc:
6-Yo estoy detenido y no puedo entrar en el templo. Entra tú en el templo un día de ayuno y lee en el rollo que has escrito al dictado las palabras del Señor, de modo que las oiga el pueblo y todos los judíos que vienen de sus poblaciones al templo del Señor. 7A ver si presentan sus súplicas al Señor y se convierte cada cual de su mala conducta, porque es grande la ira y la cólera con que el Señor amenaza a este pueblo.
8Baruc, hijo de Nerías, cumplió todo lo que le mandó el profeta Jeremías, leyendo en el rollo las palabras del Señor en el templo.
9El año quinto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, el mes noveno, se proclamó un ayuno en honor del Señor para toda la población de Jerusalén y para los que venían de los poblados judíos a Jerusalén. 10En presencia de todo el pueblo leyó Baruc en el rollo las palabras de Jeremías en el templo, desde la habitación de Gamarías, hijo de Safán, el escribano, en el atrio superior, a la entrada de la Puerta Nueva del templo.
11Cuando Miqueas, hijo de Gamarías, hijo de Safán, oyó las palabras del Señor leídas del rollo, 12bajo el palacio real, a la habitación del secretario, donde encontró en sesión a los dignatarios: al secretario, Elisama; a Delayas, hijo de Samayas; a Elnatán, hijo de Acbor; a Gamarías, hijo de Safán; a Sedecías, hijo de Ananaías, y a los demás dignatarios. 13Y Miqueas les contó todo lo que había oído leer a Baruc del rollo, en presencia del pueblo. 14Entonces los dignatarios enviaron a Yehudí, hijo de Natanías, y a Selamías, hijo de Cusí, para que le dijeran a Baruc: Toma el rollo que has leído en presencia del pueblo y ven. Baruc, hijo de Nerías, tomó en la mano el rollo y fue adonde estaban.
15Ellos le dijeron:
-Siéntate y léelo ante ellos.
16Cuando oyeron el contenido, se asustaron, y se decían unos a otros:
-Tenemos que comunicar todo esto al rey.
17Y a Baruc le preguntaron:
-Dinos cómo escribiste todo eso.
18Baruc les respondió:
-Jeremías iba pronunciando estas palabras y yo las iba escribiendo con tinta en el rollo.
19Los dignatarios le dijeron a Baruc:
-Vete y escóndete con Jeremías, y que nadie sepa dónde estáis.
20Entonces se dirigieron al atrio real, después de guardar el rollo en la habitación de Elisama, el secretario, y comunicaron al rey de palabra todo el asunto.
21Entonces el rey envió a Yehudí a traer el rollo de la habitación de Elisama, el secretario. Éste lo leyó ante el rey y ante los dignatarios que estaban al servicio del rey. 22El rey estaba sentado en las habitaciones de invierno (era el mes de diciembre), y tenía delante un brasero encendido. 23Cada vez que Yehudí terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con un cortaplumas y las arrojaba al fuego del brasero. Hasta que todo el rollo se consumió en el fuego del brasero. 24Pero ni el rey ni sus ministros se asustaron al oír las palabras del libro ni rasgaron sus vestiduras. 25Y aunque Elnatán, Delayas y Gamarías instaban al rey que no quemase el rollo, él no les hizo caso.
26Entonces el rey mandó a Yerajmeel, príncipe real, a Serayas, hijo de Azriel, y a Salamías, hijo de Abdeel, a arrestar a Baruc, el escribano, y a Jeremías, el profeta. Pero el Señor los escondió.
27Después que el rey quemó el rollo con las palabras escritas por Baruc, al dictado de Jeremías, el Señor dirigió la palabra a Jeremías:
28-Toma otro rollo y escribe en él todas las palabras que había en el primer rollo, quemado por Joaquín, rey de Judá. 29Y a Joaquín, rey de Judá, le dirás: Así dice el Señor: Tú has quemado este rollo diciendo: ¿Por qué has escrito en él que el rey de Babilonia vendrá ciertamente a destruir este país y aniquilar en él a hombres y ganado? 30Por eso, así dice el Señor a Joaquín, rey de Judá: No tendrá descendiente en el trono de David; su cadáver quedará expuesto al calor del día y al frío de la noche. 31Castigaré sus crímenes en él, en su descendencia y en sus siervos, y haré venir sobre ellos y sobre los habitantes de Jerusalén y sobre los judíos todas las amenazas con que los he conminado, sin que ellos me escuchasen.
32Jeremías tomó otro rollo y se lo entregó a Baruc, hijo de Nerías, el escribano, para que escribirse en él, a su dictado, todas las palabras del libro quemado por Joaquín, rey de Judá. Y se añadieron otras muchas palabras semejantes.

Explicación.

36.1-32 Por varios motivos este capítulo es capital en el libro. Para algunos, como base para reconstruir las génesis del libro. Para otros, por la información cultural sobre la memoria y el arte de escribir. Para otros, por su maestría literaria. Otros leen en este pasaje cifrado poéticamente el destino de Jeremías, de su mensaje, de la palabra de Dios. La palabra es protagonista y el rey su antagonista. Como una marea, la palabra va ascendiendo por estratos, hasta alcanzar al rey; es descuartizada y se va quemando en lento martirio; renace de las cenizas viva y creciente. El hecho de que nosotros leamos hoy esa palabra, atestigua su victoria paradójica.

Como esa palabra es el profeta: también él se quema retazo a retazo, fracasa hasta el final, renace transformado en palabra poética y profética, viva y perpetua. Y como él será la Palabra en persona, triunfadora de la muerte. Otras cosas nos enseña el capítulo sobre la palabra. Primero suena y es escuchada; después se escribe para que rompa límites de cárcel y espacio, silencio forzado; más tarde vuelve a sonar, ante nuevos auditorios, en nuevas situaciones. Si el secretario escribe al dictado, el profeta no escribe al dictado de Dios, sino movido por él. La palabra interpela y exige decidirse: juzgada juzga. Supera la institución: templo y palacio, sacerdotes, ministros y rey. El profeta es función de la palabra: por ella vive, por ella está dispuesto a morir, en ella sobrevive.

36,1 Es el año siguiente (604) a la batalla de Cárquemis y a la subida al trono de Naubocodonosor.

36,2 No es frecuente la orden de escribir; la declamación oral conserva la primacía, incluso en el caso presente. La fórmula quiere dar la impresión de totalidad: a los dos reinos, todas las palabras, desde el comienzo. ¿Se pudo leer todo tres veces el mismo día? ¿Es ese día único artificio literario, concentración dramática? Del relato se deduce que predominaban denuncias y amenazas.

36,3 Las cuales se ordenan a la conversión y el perdón.

36,4 Entra en escena Baruc, al cual dedicará el profeta un breve oráculo (45). Su nombre tendrá fortuna en la literatura apocalíptica apócrifa.

36,5 Detenido o en arresto domiciliario. Probablemente a consecuencia del discurso sobre el templo (7 y 26). Compárese con 2 Tim 2,9.

36,6 Un día de ayuno público es propicio: para encontrar el pueblo reunido en el templo y para contar con una actitud receptiva, favorable.

36,7 "Súplica": usa el término técnico de pedir perdón, para que el Señor pase de la "ira" a la misericordia.

36,8 "Las palabras del Señor" resuenan en "la casa del Señor" como en casa propia, cuando el ritualismo no cierra el espacio sacro a la palabra soberana. La palabra hace del templo lugar de conversión.

36,9 La fecha indica que pasaron meses antes de presentarse la ocasión propicia.

36,11 Si este Safán es el que actuaba en tiempo de Josías (2 Re 22,8-12), su mención aquí puede apoyar el enlace y contraste de las dos escenas. La serie de nombres puntualmente registrados parece aducida para autenticar los hechos.

36,16 El primer grupo se muestra receptivo: escuchan el mensaje, les hace impresión, procuran proteger a Jeremías y Baruc, guardan el rollo, hacen de intermediarios.

36,21 La escena tiene como trasfondo lo sucedido en tiempo del abuelo Josías (2 Re 22), cuando "se rasgó las vestiduras" y emprendió la gran reforma. Joaquín escucha impasible, frente a todos. Como juez supremo que condenase a la hoguera el rollo culpable.

36,25 Compárese con 2 Re 22,19: "al oír la lectura, lo has sentido de corazón y te has humillado ante el Señor".

36,26 Probablemente con intención de eliminarlos (cfr. 26.21-23). Pero el Señor había dicho: "estaré contigo para librarte" (1,8.19; 15,20).

36,28-32 Con el esquema de mandato y ejecución, nos cuenta la suerte ulterior del rollo. Las palabras se conservaban en la memoria de Jeremías: y en la operación de escribir, el mensaje fue creciendo.

36,30-31 Compárese con la suerte de Josías: "cuando yo te reúna con tus padres, te enterrarán en paz, sin que llegues a ver con tus ojos la desgracia que voy a traer a este lugar" (2 Re 22,19s).

No hay comentarios:

Publicar un comentario