sábado, 22 de agosto de 2015

ISAÍAS. CAPÍTULO 6.

Vocación de Isaías (Jr 1; Ez 2; Sal 99; Ex 3-4; Jue 6,12-24)

61El año de la muerte del re Ozías vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. 2Por encima de él había serafines erguidos, con seis alas cada uno: con dos alas se cubrían el rostro, con dos alas se cubrían el cuerpo, con dos alas se cernían. 3Y clamaban alternándose: ¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria! 4Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. 5Yo dije:
"¡Ay de mí, estoy perdido!
Yo, hombre de labios impuros
que habito en medio de un pueblo
de labios impuros,
he visto con mis ojos al rey
y Señor de los ejércitos".
6Y voló hacia mí uno de los serafines con un ascua en la mano, que había retirado del altar con unas tenazas; 7la aplicó a mi boca y me dijo:
"Mira: esto ha tocado tus labios,
ha desaparecido tu culpa,
está perdonado tu pecado".
8Entonces escuché la voz del Señor, que decía:
-¿A quién mandaré?,
¿quién irá de nuestra parte?
Contesté:
-Aquí estoy, mándame.
9Él replicó:
-Vete y di a ese pueblo:
Oíd con vuestros oídos, sin entender; mirad con vuestros ojos, sin comprender. 10Embota el corazón de ese pueblo, endurece su oído, ciega sus ojos: que sus ojos no vean, que sus oídos no oigan, que su corazón no entienda, que no se convierta y sane.
11Pregunté:
-¿Hasta cuándo, Señor?
Y me contestó:
-Hasta que se desmoronen las ciudades despobladas y las casas deshabitadas, y queden los campos desolados. 12Porque el Señor alejará a los hombres, y crecerá el abandono en el país. 13Y aunque queden en él uno de cada diez, de nuevo será barrido; encina o roble que, al cortarlos, sólo dejan un tocón. Este tocón será semilla santa.

Explicación.

6,1-13 El profeta nos habla de una experiencia trascendental, en un lenguaje de símbolos que invita a vislumbrar el misterio. Podemos dividir el capítulo en tres partes: teofanía (1-5), consagración (6-7), misión (8-12). El estilo está dominado por fórmulas ternarias. Visión, audición y participación se reparten por todo el capítulo.

6,1-4 La teofanía crea una sensación de plenitud. La orla o haldas de una túnica cubren el templo, el humo lo llena, la gloria llena la tierra. Llenan y desbordan, porque el Señor no está circunscrito. El templo es escabel de la grandeza supracósmica, el humo vela y desvela, la tierra es templo gigantesco.

         El Señor está sentado en su trono, como rey. Su corte celeste son los serafines: se mantienen erguidos y se cubren respetuosamente. Entonan un canto alternante. Los ejércitos son los astros celestes. La teofanía, en vez de provocar un terremoto, hace que se estremezca el templo y se llene de humo (cfr. Ex 19; Sal 104,32).

6,5-7 El profeta siente su pequeñez limitada, incapaz de abarcar en vida la grandeza del Señor; siente más su limitación ética, su mancha y pecado, por el cual es solidario de todo el pueblo. La purificación es como rito eficaz que borra los pecados. Los labios son el órgano de la predicación profética.

6,8 La actividad profética es misión encomendada por Dios. El profeta toma la pregunta como dirigida a él, desafío e invitación, y se ofrece sin resistencia; no como Moisés o Jeremías (Ex 3-4).

6,9-10 La misión es paradójica. Su destino es el fracaso, su éxito será empeorar la situación. Predicando la conversión, provocará el endurecimiento y hará inevitable el castigo; pues el pueblo no podrá alegar ignorancia. Cuando suceda la desgracia, la palabra, al parecer ineficaz, será recordada; y a su luz se comprenderá y aceptará la tribulación como castigo. En última instancia, esta palabra conducirá a la conversión.

6,11-12 El profeta acepta la misión extraña sin cuestionar la santidad de Dios; pero inquiere: ¿hasta cuándo? -Hasta la catástrofe. A la plenitud divina se opondrá el vacío de ciudades y campos, se multiplica el abandono.

6,13 Probablemente adición posterior o dos adiciones en dos tiempos. Al final suena la voz de la esperanza: el resto sobreviviente será semilla santa, consagrada al Señor.

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