SECCIÓN HISTÓRICA
Invasión de Senaquerib (2 Re 18; Is 8,5-8; 10,28-32)
361El año catorce del reinado de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, subió contra las plazas fuertes de Judá y las conquistó.
2Desde Laquis el rey de Asiria despachó al copero mayor para que fuera con un fuerte destacamento a Jerusalén, al rey Ezequías. El copero mayor se detuvo ante el canal de la Alberca de Arriba, junto a la calzada del Campo del Batanero. 3Salieron a recibirlo Eliaquín, hijo de Jelcías, mayordomo de palacio; Sobná, el secretario, y Yoaj el canciller, hijo de Asaf. 4El copero mayor les dijo:
-Decid a Ezequías: Así dice el emperador, el rey de Asiria: ¿En qué fundas tu confianza? 5Tú piensas que la estrategia y la valentía militares son cuestión de palabras. ¿En quién confías para rebelarte contra mí? 6¿Te fías de ese bastón de caña cascada que es Egipto? Al que se apoya en él se le clava en la mano y se la atraviesa. Eso es el faraón para los que confían en él. 7Y si me replicas: "Confiamos en el Señor, nuestro Dios", ¿no es éste el Dios cuyas ermitas y altares he suprimido Ezequías, exigiendo a Judá y a Jerusalén que se postren solamente ante ese altar? 8Por tanto, haz una apuesta con mi señor, el rey de Asiria, y te daré dos mil caballos, si es que tienes quien los monte. 9¿Cómo te atreves a desairar a uno de los últimos siervos de mi señor, el rey de Asiria, confiando en que Egipto te proporcionará carros y jinetes? 10¿Te crees que he subido a devastar este país sin contar con el Señor? Fue el Señor quien me dijo que subiera a devastar este país.
11Eliaquín, Sobná y Yoaj dijeron al copero mayor:
-Por favor, háblanos en arameo, que lo entendemos; no nos hables en hebreo ante la gente que está en las murallas.
12Pero el copero les replicó:
-¿Crees que mi Señor me ha enviado para que os comunique a ti y a tu señor este mensaje? También es para los hombres que están en la muralla, y que con vosotros habrán de comer su excremento y beber su orina.
13E irguiéndose el copero mayor, gritó a voz en cuello, en hebreo:
-Escuchad las palabras del emperador, rey de Asiria:
14Así dice el rey: que no os engañe Ezequías, porque no podrá libraros. 15Que Ezequías no os haga confiar en el Señor, diciendo: "El Señor nos librará y no entregará esta ciudad al rey de Asiria". 16No hagáis caso a Ezequías, porque esto dice el rey de Asiria: rendíos y haced la paz conmigo, y cada uno comerá de su viña y su higuera y beberá de su pozo; 17hasta que llegue yo, para llevaron a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de mosto, tierra de pan y de viñas. 18Que no os engañe Ezequías, diciendo: "El Señor nos librará". ¿Acaso los dioses de las naciones libraron a sus países de la mano del rey de Asiria? 19¿Dónde están los dioses de Jamat y Arpad, dónde los dioses de Sefarvaín? ¿Han librado a Samaría de mi poder? 20¿Qué Dios de esos países ha podido librar sus territorios de mi mano? ¿Y va a librar el Señor a Jerusalén de mi mano?
21Ellos callaron y no le respondieron palabra. Tenían consigna del rey de no responder. 22Entonces Eliaquín, hijo de Jelcías, el mayordomo de palacio, Sobná, el Secretario, y Yoaj el canciller, hijo de Asaf, se presentaron al rey Ezequías con las vestiduras rasgadas y le comunicaron las palabras del copero mayor.
Explicación.
SECCIÓN HISTÓRICA.
Este bloque narrativo coincide, salvo el himno de Ezequías, con 2 Re 18,17-20,19. El mensaje profético está presentado surgiendo de la situación histórica, condicionado por ella, quizá restringido a ella. Las palabras de Isaías son en esta sección una fracción mediana, pero la figura del profeta se alza dominadora, por encima del rey de Judá y del emperador Asirio. Si es coherente con su exigencia de fe en el Señor, sabe pasar de la promesa a la amenaza cuando las premisas históricas cambian.
Los tres episodios están invertidos cronológicamente: invasión y fracaso (36-37), enfermedad y curación (38), embajada del rey de Babilonia (39).
Vamos a adelantar algo de información extrabíblica sobre la campaña. Del Prisma de Senaquerib sobre el sitio de Jerusalén (ANET 287 B; 288 A):
"Todos los reyes amorreos vinieron a besarme los pies trayendo magníficos presentes y ricos tributos: Menajén de Samsimuruna, Tubalu de Sidón, Abdiliti de Arvad, Urumilki de Biblos, Mitinti de Asdod, Buduili de Bet-Amón, Jamusunadbi de Moab y Ayarammu de Edom. En cambio, a Sedecías, rey de Ascalón, que no se sometió a mi yugo, lo desterré a Asiria con sus dioses penates, su mujer, hijos, hermanos y todos los descendientes masculinos de su familia. Nombré rey de Ascalón al que lo era antes, Sarruludari, hijo de Rukibtu, y le impuse un pago de tributo y entrega de presentes a mí como soberano suyo. Ahora intenta sacudir mis coyundas.
Siguiendo mi campaña sitié Bet-Dagón, Jafa, banay-Barqa, ciudades de Sedecías, por no haberse apresurado a inclinarse a mis pies. Las conquisté y me llevé su botín. Los oficiales, los patricios y el pueblo de Ecrón había encadenado a su rey Padi, leal al juramento pronunciado por el dios Asur, y se lo habían entregado al judío Ezequías; éste lo retenía ilegalmente en prisión, como si fuera un enemigo; se asustaron y pidieron auxilio a los reyes de Egipto y a los arqueros, carros y caballos de Etiopía -un ejército innumerable-, que acudieron a reforzarlos. En la llanuara de Elteqe se pusieron en orden de combate contra mí y afilaron sus armas. Pero siguiendo un oráculo fidedigno de mi señor, el dios Asur, luché contra ellos y los derroté. Sitié Eltege y Timna, las conquisté y me llevé su botín. Asalté Ecrón, maté a los oficiales y patrios reos del crimen y colgué sus cadáveres en postes rodeando la ciudad. A los ciudadanos reos de delitos menores los torné como prisioneros de guerra; a los demás, que no habían sido acusados de crímenes ni delitos, los solté. Hice traer de Jerusalén a su rey, Padi, lo restablecí en el trono, y como soberano le impuse un tributo.
Ezequías el judío no se sometió a mi yugo. Entonces yo sitié sus fortalezas, 46 plazas fuertes y pueblos innumerables de los alrededores: hice rampas de acceso, usé arietes con los infantes, minas y zapadores. Desalojé 200.150 personas, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, además innumerables caballos, mulas, asnos, camellos, ganado mayor y menor, y lo tomé como botín de guerra. A Ezequías lo encerré en Jerusalén, su residencia, como a un pájaro en una jaula. Cavé zanjas para dificultar la salida de la ciudad. Desmembré su territorio entregando las ciudades saqueadas a Mitinti rey de Asdod, a Padi rey de Ecrón y a Silibel rey de Gaza. Así reduje su territorio y aumenté el tributo anual que le impuse como soberano, además del tributo precedente. Ezequías, sobrecogido por el terrorífico esplendor de mi señorío, al ver que desertaban las tropas especiales y las selectas que había traído para reforzar su residencia de Jerusalén, me envió más tarde a Nínive treinta talentos de oro, ochocientos de plata, piedras preciosas, antimonio, bloques de piedra roja, divanes y sillas taraceados en marfil, pieles de elefante, ébano, boj y toda clase de tesoros, además hijas, concubinas, músicos de ambos sexos. Para hacer entrega del tributo y rendir homenaje como vasallo envió a su legado personal".
36,1 La noticia cronológica está bien colocada en 2 Re 18,9; en cambio, aquí está fuera de puesto. Su lugar exacto aparece en 38,1. Los sucesos aquí narrados corresponden al año 701.
36,2 Laquis era una plaza fuerte, a unos cuarenta kilómetros al sudoeste de Jerusalén, conquistada por Senaquerib y elegida como cuartel general. El canal de la Alberca de Arriba es el lugar del famoso encuentro de Isaías con Acaz (Is 7,3).
36,4-10 El discurso es una tentación contra la confianza en Dios: va desmontando primero las confianzas humanas, palabras, estrategias, alianzas con Egipto, y ataca después la confianza en Dios. No niega el poder del Señor, pero lo declara contrario a Ezequías y favorable al emperador asirio. Esta parte del discurso repite siete veces el verbo confiar (véase v.5).
36,5 Pueden verse los diversos oráculos de Isaías contra Egipto, no menos enérgicos que lo que dice el asirio: Is 19; 30,1-7 (Egipto es la "fiera que ruge y huelga"); 31,1-3.
36,6 Is 30,1-7.
36,7 La fórmula de confianza es litúrgica. La centralización del culto, con el derribo de santuarios locales, es interpretada como desfavorable al Señor y al pueblo. No faltaría quien pensase así también en Judá.
36,9 Véase Is 31,3.
36,10 En la perspectiva del asirio, Yhwh mismo lo ha enviado a atacar y a destruir; en la perspectiva profética, lo de atacar es verdadero, lo de destruir es falso. Véase también Is 10,6-7 sobre el plan de Dios y el del emperador asirio y también 14,25.
36,11 El arameo era ya entonces la lengua de las relaciones internacionales.
Ante el miedo de los judíos, el mensajero reacciona con arrogancia: pronuncia entonces una amenaza insultante, intenta dividir al pueblo del rey, promete la paz y bienestar, niega el poder del Señor, la palabra clave de esta sección es "librar".
36,13 El mensajero triplica el título de su señor: "El rey grande (= emperador), el rey de Asiria, el rey (con artículo)".
36,14-15 En un primer momento, Ezequías había incitado a la confianza en Egipto, después había tomado medidas desesperadas para proteger la ciudad (Is 22). Sólo más tarde se afirma la predicación de Isaías, que exhorta a la confianza exclusiva en el Señor y en el templo como garantía (Is 7,12-14; 30,15; 29,6-8; 31,4-6). El embajador no tiene en cuenta a Isaías, pero confirma indirectamente su predicación.
36,16-17 Las promesas del rey de Asiria suenan como las de un Dios deuteronómico: paz y bienestar, vida y no muerte, llevados a una tierra mejor. Hasta deja pequeño al Dios que los sacó de Egipto para llevarlos a Canaán, y se dispone a convertir los años de Palestina en una etapa hacia un reino y una era más feliz.
36,18 Cada nación tiene su dios, cada dios cuida de su país; la guerra entre naciones es como una versión terrestre de una guerra superior entre dioses. El asirio coloca al Señor al nivel de los restantes dioses nacionales (véase Is 10,9-11; Is 10,13-14).
36,21 La consigna real era evitar una disputa dialéctica en aquel momento: su silencio se funda en la confianza del Señor.
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