sábado, 22 de agosto de 2015

ISAÍAS. CAPÍTULO 26.

Himno de la victoria

261Aquel día se cantará este canto
en el territorio de Judá:
Tenemos una ciudad fuerte;
le ha puesto para salvarla murallas y baluartes.
2Abrid las puertas, para que entre un pueblo justo
que guarda los compromisos;
3su voluntad es firme,
tú velas por su paz, porque confía en ti.
4Confiad siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua:
5doblegó a los que habitaban en la cumbre,
y a la ciudad encaramada la abatió,
la abatió hasta el suelo, la tumbó en el polvo;
6y la pisan los pies, los pies del oprimido,
las pisadas de los desvalidos.

Los juicios del Señor

7La senda del justo es recta,
tú allanas el sendero del justo.
8En la senda de tus juicios, Señor, te esperamos,
invocamos tu nombre con ansia:
9mi alma te ansía de noche,
mi espíritu en mi interior madruga por ti;
pues cuando tus juicios llegan a la tierra,
aprenden justicia los habitantes del orbe.
10Si se trata con clemencia al malvado,
no aprende justicia,
en un país honrado comete crímenes,
sin fijarse en la grandeza del Señor;
11aunque alces la mano,
Señor, no la miran.
Que miren confundidos tu celo por el pueblo
y que el fuego devore a tus enemigos.
12Señor, tú nos gobernarás en paz,
porque todas nuestras empresas
no las realizas tú.
13Señor, Dios nuestro, aunque fuera de ti
nos dominaron otros señores,
nosotros invocamos solamente tu nombre.

Resurrección (Ez 37,1-14; 1 Cor 15)

14Los muertos no vivirán,
las sombras no se alzarán,
porque tú los juzgaste y aniquilaste
y extirpaste su memoria.
15Multiplicaste el pueblo, Señor,
multiplicaste el pueblo manifestando tu gloria,
ensanchaste los confines del país.
16Señor, en el peligro acudíamos a ti,
cuando apretaba la fuerza de tu escarmiento.
17Como la preñada, cuando le llega el parto,
se retuerce y grita de dolor,
así éramos en tu presencia, Señor:
18concebimos, nos retorcimos, dimos a luz... viento;
no trajimos salvación al país,
no le nacieron habitantes al mundo
19¡Vivirán tus muertos, tus cadáveres se alzarán,
despertarán jubilosos los que habitan en el polvo!
Porque tu rocío es rocío de luz,
y la tierra de las sombras parirá.

Castigo y refugio (Gn 6-7)

20Anda, pueblo mío, entre en tus aposentos
y cierra la puerta por dentro;
escóndete un breve instante
mientras pasa la cólera.
21Porque el Señor va a salir de su morada
para castigar la culpa
de los habitantes de la tierra:
la tierra descubrirá la sangre derramada
y ya no ocultará a los asesinados en ella.

Explicación.

26,1-6 Nuevo himno, paralelo del anterior, o segunda estrofa del mismo. A la ciudad rebelde se opone la ciudad santa, al orgullo el pueblo justo o inocente, al vano esfuerzo la segura confianza.

26,2 Entrada como en Sal 24,7.9; 118,19.

26,3 Según 7,9 y Hab 2,4.

26,7-13 Es una especie de meditación sobre el modo de actuar de Dios en la historia. Que el Señor es protagonista, es cosa admitida; lo difícil es explicar en casos concretos el designio de Dios. Por eso lo niegan algunos (Sal 94), lo encuentran extraño otros (Sal 73). El problema es un trato de buenos y malos que parece quebrantar las normas de una retribución justa. ¿Por qué la indulgencia de Dios con los malvados hace sufrir a los inocentes? (Jr 15,15); ¿por qué Dios da largas?

           "Camino" de Dios es su estilo de gobernar la historia y juzgar a los responsables. Quien sigue las directrices del Señor camina por "senda llana", aunque no siempre lo advierta y muchas veces tenga que esperar. De esa acción de Dios pueden aprender los hombres (cfr. Sab 12,19). Pero los malvados se cierran. Cuando Dios alza la mano, rehúsan verla; cuando los trata con clemencia, se confían y endurecen y siguen oprimiendo a los inocentes. En tal situación, el justo respeta los plazos de Dios, no se toma la venganza por su mano, se atiene solamente al Señor, espera y ora (Sal 37). A Dios toca actuar y llevar a buen término las empresas humanas. El texto recoge palabras y temas de los capítulos precedentes.

26,7  Véase Os 14,10, colofón del libro.

26,9-10 Véanse Sal 63,2; 77,7. Los "juicios" de Dios son luz que descubre lo justo e injusto. Esos juicios son a veces clemencia gratuita.

26,7 Aquí los "juicios" de Dios parecen ser los jalones de un camino que orientan al hombre.

26,12 Véase Sal 90,17.

26,14-19 La antítesis de 14a y 19a define los límites y el tema de este canto triunfal a la resurrección. El desarrollo no es patente, y el texto presenta dificultades ocasionales (la traducción de 16 es conjetura). El tema comenta la frase de 25,8.

             El contraste de la vida y la muerte se desenvuelve en un proceso dialéctico en el tiempo, hasta un desenlace que desborda el tiempo. El proceso parece ser así: destrucción de enemigos y malvados, crecimiento del pueblo, reducción del pueblo a un resto, fracaso humano, resurrección de los elegidos.

26,14 Los muertos siguen existiendo como sombras o manes o "ánimas", incapaces de volver a la vida, porque Dios mismo ha ejecutado una sentencia definitiva. Ni siquiera ha quedado memoria de ellos.

26,15 La bendición divina otorga fecundidad, que manifiesta la gloria de Dios.

26,17-18 La comparación de la parturienta cobra aquí un sentido nuevo, describiendo el esfuerzo supremo y el fracaso total.

26,19 La tierra, devoradora de hombres, cárcel árida de polvo y morada de sombras, se impregna, o empreña, de un rocío celeste y luminoso, vuelve a ser tierra-madre fecunda (Eclo 40,1) y da a luz a sus muertos.

26,20-21 Como en la noche de la matanza de los primogénitos (Ex 12,21-23), el pueblo debe encerrarse en casa mientras pasa el exterminador, ejecutor de la sentencia divina; o como Noé en el arca (Gn 7). La sangre derramada, no cubierta con tierra, clama al cielo pidiendo venganza (Gn 4,10; Job 16). La tierra se vuelve cómplice al tapar la sangre del homicidio, pero ante la mirada de Dios descubre el cuerpo del delito.

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