El resto (Jr 24)
111Me arrebató el espíritu y me llevó en volandas a la puerta oriental de la casa del Señor (la que mira a levante); allí, junto a la puerta, había veinticinco hombres, entre los que distinguí a Jazanías, hijo de Azur, y a Palatías, hijo de Banías, jefes del pueblo.
2El Señor me dijo:
-Hijo de Adán, ésos son los que en esta ciudad maquinan maldades y planean crímenes. 3Andan diciendo: "Pronto reconstruiremos las casas: la ciudad es la olla y nosotros la tajada". 4Por tanto, profetiza contra ellos, profetiza, hijo de Adán.
5Bajo sobre mí el espíritu del Señor y me dijo:
-Di: Esto dice el Señor: Eso pensáis vosotros, casa de Israel: yo conozco vuestras cavilaciones. 6Habéis multiplicado vuestras víctimas en esta ciudad, habéis llenado de víctimas sus calles. 7Por tanto, esto dice el Señor: La ciudad es la olla, de la que os sacaré a vosotros, y las víctimas vuestras son la tajada.
8Teméis la espada:
Pues mandaré la espada contra vosotros
-oráculo del Señor-.
9Os sacaré de la ciudad,
os entregaré en poder de bárbaros
y haré justicia en vosotros.
10Os juzgaré en la frontera de Israel,
caeréis a espada y sabréis que yo soy el Señor.
11(No será ya vuestra olla ni vosotros su tajada:
os juzgaré en la frontera de Israel).
12Y sabréis que yo soy el Señor,
cuyas leyes no habéis seguido,
cuyos mandatos no habéis cumplido,
sino que habéis imitado
las costumbres de los pueblos vecinos.
13Mientras yo profetizaba, cayó muerto Palatías, hijo de Banías; entonces caí rostro en tierray rompí a gritar diciendo:
-¡Ay Señor, vas a aniquilar al resto de Israel!
14Me vino esta palabra del Señor:
15-Hijo de Adán, los habitantes de Jerusalén dicen de tus hermanos, compañeros tuyos de exilio, y de la casa de Israel toda entera: "Ellos se han alejado del Señor, a nosotros nos toca poseer la tierra". 16Por tanto, di: Esto dice el Señor:
Cierto, los llevé a pueblos lejanos, los dispersé por los países y fui para ellos un santuario pasajero en los países adonde fueron.
17Por tanto, di: Esto dice el Señor:
Os reuniré de entre los pueblos,
os recogeré de los países
en los que estáis dispersos
y os daré la tierra de Israel.
18Entrarán y quitarán de ella
todos sus ídolos y abominaciones.
19Les daré un corazón íntegro
e infundiré en ellos un espíritu nuevo:
les arrancaré el corazón de piedra
y les daré un corazón de carne,
20para que sigan mis leyes
y pongan por obra mis mandatos;
serán mi pueblo y yo seré su Dios.
21Pero si el corazón se les va
tras sus ídolos y abominaciones,
les daré su merecido -oráculo del Señor-.
22Los querubines levantaron las alas (sin separarse de las ruedas); mientras tanto, la gloria del Dios de Israel sobresalía por encima de ellos. 23La gloria del Señor se elevó sobre la ciudad y se detuvo en el monte, al oriente de la ciudad. 24Entonces el espíritu me arrebató y me llevó en volandas al destierro de Babilonia, en éxtasis; la visión desapareció. 25Y yo les conté a los desterrados lo que el Señor me había revelado.
Explicación.
11,1-21 Se compone de dos oráculos que tratan un tema semejante: la relación entre los desterrados y los supervivientes de Jerusalén. El problema. El punto de arranque es la teoría del "resto", grupo reducido del pueblo que se salva y asegura la continuidad. La doctrina funciona en relatos del éxodo (p. ej. Nm 14; Jos 5); la expone bien Isaías. Destruido el reino septentrional, el reino de Judá ocupa el puesto de resto. Después de la primera deportación (597) ¿quiénes son el resto?
La respuesta. Los que se quedaron en Judá se consideran los continuadores legítimos del pueblo escogido. Jeremías denuncia esa confianza en la visión de los higos (Jr 24), Ezequiel lo hace con más vigor aquí (1-13). Pocos años más tarde sucede la catástrofe: incendio de la ciudad, del templo y deportación en masa. La situación cambia: el oráculo precedente se lee a la luz de la tragedia; el pueblo humillado y abatido madura para un nuevo oráculo de esperanza.
El editor del libro tomó ambos oráculos y los unió en un díptico contrastado: condena de los contumaces de Judá, promesa para los desterrados. E incluye el díptico en la visión del templo. Así sabrá el lector por adelantado que la última palabra del Señor es de esperanza.
11,2-3 El delito está agravado por la contradicción de acciones y palabras. Practican una política de violencia y explotación (véase Miq 2,1s; 3,1-3.9-12). Declaran su política benéfica y constructiva, y, con frase proverbial, se arrogan la excelencia suprema en la ciudad.
11,6-7 Después de una introducción solemne, repite la denuncia del pecado y pronuncia sentencia retorciendo contra los culpables el proverbio y añadiendo una cláusula. Si se refiere a víctimas mortales, habría que traducir "eran" y el sentido sería irónico: los supuestos constructores de la patria han aniquilado a sus habitantes. Si se refiere a víctimas de la explotación, dice que los oprimidos son los valioso de la ciudad.
11,8 Quizá adición explicativa. Si la espada es presencia reiterada en el libro de Jeremías, es obsesionante en el de Ezequiel.
11,9-10 Puede aludir a los sucesos narrados en 2 Re 25,20: juicio y ejecución en Ribla.
11,11 Glosa para completar el v.7.
11,12 El pecado es genérico e inclusivo.
11,13 La muerte de Palatías sucede dentro de la visión. Parece probable que la cosa sucedió realmente y los desterrados tuvieron noticia de ella. Otras muertes repentinas: 1 Sm 25,37s; Nm 14,37; 16,32; Jr 28; Hch 5,1-11. El caso de Palatías es especial, también por su nombre, que significa Salvación de Yahwh y suena a augurio de supervivencia. Ha sobrevivido a la primera deportación, pero le llega la hora: sirva de aviso a otros como él. La súplica del profeta es un grito espontáneo de terror.
11,15 El verso plantea el problema de la posesión de la tierra. Repartida en lotes por suerte, cada familia debía conservar su propiedad hereditaria y rescatarla si era enajenada. Los judíos no desterrados razonan así: los rescatadores titulares de los campos están desterrados no pueden ejercer su función; toca a nosotros, parientes más alejados, rescatar y poseer sus terrenos. Y añaden un juicio contra los desterrados: se han alejado del Señor, pecado, y están lejos del Señor, castigo. Responde el oráculo siguiente.
11,16 Primero el destierro. El Señor los ha alejado, pero él no se ha alejado del todo. En el destierro les ha concedido una presencia reducida, una especie de santuario menor: la ley, los sacerdotes y la palabra profética. Presencia más eficaz que la construcción espectacular del templo.
11,17 Segundo, la vuelta, que repetirá el patrón del primer éxodo, acabando con el don de la tierra.
11,18 Condición previa para renovar la alianza: Jos 24,23. El escarmiento del destierro los habrá curado de la idolatría.
11,19-20 El cambio interno garantizará la alianza renovada: véase 36,26s. "Corazón íntegro": no dividido entre varios dioses. "Espíritu nuevo": dinamismo desde dentro para una vida nueva. Leyes y mandatos son las estipulaciones de la alianza.
11,21 Parece ser una adición introducida después de la vuelta del destierro, al descubrirse brotes de idolatría (cfr. Is 57 y 65).
11,22-23 Empalman con 8,4 formando inclusión y completan el capítulo 10.
11,24-25 Forman inclusión con 8,3. El profeta, vuelto en sí, cuenta la visión a los ancianos y probablemente al pueblo.
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