viernes, 16 de octubre de 2015

ISAÍAS II. CAPÍTULO 50.

Pleito con el pueblo (Is 40,27-31; 41,21-29; 44,6-8)

501Así dice el Señor:
¿Dónde está el acta de repudio
con que despedí a vuestra madre?
¿O a cuál de mis acreedores os he vendido?
Mirad, por vuestras culpas fuisteis vendidos,
por vuestros crímenes
fue repudiada vuestra madre.
2¿Por qué cuando vengo no hay nadie,
cuando llamo nadie responde?
¿Tan corta es mi mano que no puede redimir?
¿O es que no tengo fuerza para librar?
Mirad: con un bramido seco el mar,
convierto los ríos en desierto;
por falta de agua se pudren sus peces,
muertos de sed.
3Yo visto el cielo de luto, lo cubro de sayal.

Tercer cántico del siervo: sufrimiento y confianza (Is 42,1-9; 49,1-13; 53)

4Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido
una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados.
5El Señor me abrió el oído:
yo no me resistí ni me eché atrás:
6ofrecí la espalda
a los que me apaleaban, las mejillas
a los que me mesaban la barba;
no me tapé el rostro ante ultrajes y salivazos.
7El Señor me ayuda, por eso no me acobardaba;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
8Tengo cerca a mi defensor,
¿quién pleitará contra mí?
Que se me acerque.
9Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?
Mirad, todos se gastan como ropa,
los roe la polilla.

Discurso del siervo (Sal 102)

10¿Quién de vosotros respeta al Señor
y obedece a su siervo?
Aunque camine en tinieblas,
sin un rayo de luz,
que confíe en el Señor y se apoye en su Dios.
11Atención, vosotros, los que atizáis
el fuego y encendéis teas:
id a la hoguera de vuestro fuego,
de las teas que habéis encendido.
Así os tratará mi mano, yaceréis en el tormento.

Explicación.

50,1-3 El pueblo se queja de que Dios haya sido desleal a la alianza. En términos matrimoniales, ha repudiado a la madre; en términos comerciales, ha vendido a los hijos para pagar deudas. El Señor rebate la objeción, o negando o justificando el cargo. O no lo ha hecho o estaba bien hecho.

           El texto avala la segunda interpretación. Repudiada, sí, pero legítimamente, por su culpa (Dt 24,1-4; Jr 3,8). Vendidos, sí, pero no por deudas, sino en castigo (Jue 3,8; 4,2). El cambio de Dios es por pura bondad y compasión.

           Al reto nadie responde: los presuntos acreedores por temor, el pueblo por duda. Para disipar toda duda, el Señor apela a su poder cósmico.

50,2 Ex 5,23; 18,8ss.

59,4-9 Un personaje anónimo toma la palabra: ¿es, quizá, el siervo del cap. 49? No lleva ese título, pero se asemeja a él; no se llama profeta, pero narra su vocación como la de un profeta: para la palabra (cfr. Jr 1,2.7.9; 15,16.19; 17,15; 20,8s); sufrimientos de la misión (Jr 1,8.17; 10,17s; 17,17s; 18,18; 20,7-10): confianza en el Señor (Jr 15,20s; 20,11-13).

50,4 La misión es consolar: 40,1. El profeta vive a la escucha, porque no dispone a su antojo de provisiones de palabras.

50,5 El Señor modela enteramente a su profeta: oído y lengua. Y éste no opone resistencia: tal es su justificación. Tampoco resiste a las injurias humanas. Es su segunda justificación.

50,8 La no resistencia podía tomarse como confesión de culpa, dando razón al contrario. El profeta, fiándose de Dios, acude tranquilo al juicio humano. Dios demostrará la inocencia del acusado, logrará su absolución. Cfr. Jn 16,8-11; Rom 8,33s.

50,10-51,8 Parece un discurso del siervo como portavoz del Señor; lo cual explica los cambios de persona. Se divide en cuatro partes: 10-11.1-3.4-6.7-8, de las que tres comienzan con una invitación a escuchar. Excepto la segunda, todas se articulan en aliento y amenaza. Esto significa que el discurso distingue entre buenos y malos, también dentro de la comunidad judía.

50,10 Algunas versiones antiguas leen "que escuche al siervo".

50,11 Es dudosa la interpretación de la imagen: es fuego que controlan, signo de confianza inmanente (44,16); o bien, fuego agresivo dirigido contra otros (Dn 3,22); o bien, fuego de sacrificios ilegítimos (Jr 7,31).

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